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"Escribo porque eso me da alas. Puedo volar hacia mis nostalgias, hacia mi interior, abanicar al otro, recorrer el mundo y mirar a GAIA. Escribo porque eso me da otras vidas, con la mía no me alcanza."Ana Amría Manceda

miércoles, 30 de marzo de 2016

NOCTURNO. JULIO CORTÁZAR






Nocturno
por Julio F. Cortázar
Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.
(esto de los caballos me recuerda a cierto relato)

lunes, 28 de marzo de 2016

Se cumplen 74 de la muerte de Miguel Hernández: 10 de sus mejores poemas

Se cumplen 74 de la muerte de Miguel Hernández: 10 de sus mejores poemas


  • Un 28 de marzo de 1942 fallecía el poeta Miguel Hernández en prisión, víctima de una tuberculosis.
  • Para conmemorar los 74 años de su triste fallecimiento recogemos diez de sus poemas más emblemáticos.
Se cumplen 74 de la muerte de Miguel Hernández: 10 de sus mejores poemas
Se cumplen 74 de la muerte de Miguel Hernández: 10 de sus mejores poemas

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Miguel Hernández Gilabert nació un 30 de octubre de 1910 en Orihuela, en el lecho de una familia humilde. Su padre quiso obligarle a que perpetuase el negocio familiar, pero Miguel Hernández no quiso ser cabrero. 
Miguel desarrolló un exquisito gusto por la poesía clásica española, siendo un ejemplo de formación autodidacta. Autores comoCervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca y, en especial, Luis de Góngora, fueron sus influencias.
Un 28 de marzo, Miguel Hernández fallecería a la edad de 32 años en Alicante. Corría el año 1942, y España se quedaba sin uno de los mejores dramaturgos de su historia. Hoy se cumplen 74 años de la muerte del poeta.
Desde jovencito, Miguel mostró no sólo una insaciable pasión por la poesía clásica, si no también una sensibilidad especial para ser él mismo quien la compusiera. Pronto empieza a formar parte de la tertulia literaria de Orihuela, donde conoce a Ramón Sijé, de quien se haría gran amigo. A partir de 1930, a la edad de 20 años, empieza a publicar pequeñas poesías cortas en revistas como El pueblo de Orihuela o El Día de Alicante.
Pronto busca ampliar sus horizontes y viaja a Madrid, donde se zambullirá de pleno en el movimiento poético de la época. Establecido en Madrid, con continuas colaboraciones en distintas revistas, Miguel Hernández encuentra tiempo para escribir varias obras, entre las que destacan El silbo vulnerable, Imagen de tu huella y El rayo que no cesa.
Cuando estalla la Guerra Civil, Miguel decide tomar parte activa de la misma, lo que le obliga a abandonar el país cuando ésta termina. Por desgracia es descubierto en la frontera con Portugal, donde es detenido y sentenciado a pena de muerte. Y, aunque su condena fue conmutada por una pena de 30 años de prisión, jamás llegó a cumplirla, ya que la tuberculosis acabó con él.
Aquí 10 de sus poemas para recordar su obra, centrados en un estilo que se catalogó como poesía de guerra y del que es el máximo referente:

Cancionero y romancero de ausencias

Por las calles voy dejando
algo que voy recogiendo:
pedazos de vida mía
venidos desde muy lejos
Voy alado a la agonía
arrastrándome me veo
en el umbral, en el fundo
latente de nacimiento

Llamo a la juventud

Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.

Sentado sobre los muertos

Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo mantiene.
Qué mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene, 
eso pide mi garganta 
desde ahora y desde siempre.

Canción última

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.
Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.

Tristes guerras

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes. Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.

Jornaleros

Jornaleros que habéis cobrado en plomo
sufrimientos, trabajos y dineros.
Cuerpos de sometido y alto lomo:
jornaleros.
Españoles que España habéis ganado
labrándola entre lluvias y entre soles 
Rabadanes del hambre y del arado:
españoles.
Esta España que, nunca satisfecha
de malograr la flor de la cizaña,
de una cosecha pasa a otra cosecha:
esta España.

Escribí en el arenal

Escribí en el arenal
los tres nombres de la vida:
vida, muerte, amor.
Una ráfaga de mar,
tantas claras veces ida,
vino y los borró.

El rayo que no cesa

¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?

Las manos

Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.

Vientos del pueblo me llevan

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.